Acercándonos a las elecciones, un tema de debate debería ser la promoción de las inversiones en infraestructura y sus implicancias en la competitividad del país. Tal vez sería bueno reflexionar a partir de la siguiente pregunta ¿cuál hubiese sido el crecimiento del Perú en el presente quinquenio si no se hubiesen desarrollado las grandes obras de infraestructura que se comprometieron en el gobierno anterior?
El estudio del Instituto de Regulación y Finanzas de ESAN y AFIN muestra el efecto multiplicador que tiene las obras de infraestructura en el crecimiento del Producto Bruto Interno, no solamente por el efecto en la expansión de la demanda por el hecho de invertir e incentivar el consumo, sino además por su efecto de largo plazo, sustentar la competitividad del país.
Que hubiese ocurrido si no se comprometían las Interoceánicas que unen Paita y Yurimaguas, los 1,500 kilometros que unen Brasil con Madre de Dios, Puno, Cuzco, Arequipa e Ilo. Que hubiese pasado si no se suscribían los procesos del Muelle Sur, de Bayóvar, las Bambas, entre otros 72 procesos que tuve la suerte de participar y firmar en el quinquenio anterior. Pero mas atrás, que hubiese pasado si no se hubiese concretado Camisea y los demás procesos que han fortalecido el sector energético, del mismo modo que en telecomunicaciones.
Coincidirán conmigo que el crecimiento hubiese sido menor, si no negativo en plena crisis internacional. Por eso es importante la dinámica de los procesos de concesiones o asociaciones público privadas, los que acometen proyectos de gran envergadura los que han tenido una notoria desaceleración. Se explica por el temor de tener compromisos que inflexibilicen la política económica al tener mayores compromisos firmes y contingentes a futuro difíciles de administrar. Si bien las razones son comprensibles, el remedio no es la desaceleración de los procesos sino estructurar esquemas económicos donde estos proyectos dependan menos de recursos de tesoro público y más de los usuarios de los servicios. Se han terminado frenando proyectos que pueden ser autosostenibles sin depender de recursos públicos, sino de cobranzas por los servicios.
La elección ha sido realizar obras públicas mediante endeudamiento, que paradójicamente origina lo que se quiere evitar: la dependencia de egresos fijo, con periodos de vencimiento menores a los logrados en las concesiones. Además se tienen consecuencias no deseadas: (i) siendo el ciclo de los proyectos de obra pública de gran envergadura de mínimo cuatro años, entonces la dedicación ha sido básicamente a proyectos pequeños que generan competitividad limitada, al no estar integrados al desarrollo nacional, (ii) el endeudamiento directo le da mayor inflexibilidad a la política monetaria, pero además quita la posibilidad de reformar los sectores para que sean y generen proyectos autosostenibles; y (iii) desincentiva la inversión nacional y extranjera, porque son testigos de que los proyectos no logran consolidarse, como en los proyectos de saneamiento.
Salvo proyectos como el Proyecto Perú, la Autopista del Sol y los Hospitales, no tenemos proyectos nuevos que vayan a sostener la competitividad en el largo plazo, el costo de no hacer será de tener un menor crecimiento al que podríamos lograr con proyectos enfocados en darle crecimiento y competitividad al país. Necesitamos retomar la visión de largo plazo.
(Articulo de Sergio Bravo en el Diario Gestion )
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